Hay quien se dedica a sentir vergüenza y mira hacia otro lado, pero también
los hay que sienten pena y se arman de valor para luchar. Me encuentro
en el segundo grupo después de mirar a mi alrededor y ver cómo han
cambiado las tornas: antes, ser analfabeto era motivo de burla, ahora
parece que la situación se ha invertido.
Me encuentro en un día a día lleno de atentados a mi cultura, en especial a
la lengua que he heredado de mis padres. La dejadez por el cuidado de
la misma es una enfermedad muy común entre los jóvenes, una dolencia que
se niegan a aceptar escudándose en un surtido muy variopinto de excusas
del estilo: “estoy escribiendo abreviado”, “sin tildes me entiendes
igualmente”, etcétera. La primera es la más usada y, sin embargo, es la
más fácil de desmontar en casos como el poner una “g” donde va una “j”,
¿dónde está aquí la abreviación?
La
verdad sea dicha, la utilidad de la lengua es hacernos entender, y
muchas veces es así saltándose las normas ortográficas. Pero a veces
queda mucho más clara una frase con el matiz inclinado encima de ciertas
vocales y qué decir de los signos de puntuación, que le cambian
totalmente el sentido a una frase. Con esta nueva tendencia, la juventud
de hoy en día muchas veces tiene que intuir qué es lo que quiere decir
realmente el emisor y, por ello, a veces se encuentran metidos en malos
entendidos o indicándole a la otra persona que se explique. Lo cual se
podría haber evitado con esas pequeñas herramientas que nos facilita el
uso correcto de la lengua. Y no sólo eso, al final las frases se vuelven
pesadas, muy ásperas, dolorosas para el cerebro, siendo que puedes
edulcorarlas para hacer la lectura mucho más fácil para nuestro cerebro.
Así
pues, a riesgo de parecer un pedante, como muchas veces me ha pasado,
empezaré mi particular cruzada con pequeños detalles tales como escribir
bien vía chat, en el móvil poner tildes (aunque abrevie) y en los
emails que envío a amigos.
No
es mucho, pero por algo tengo que empezar. No pierdo la fe en ellos,
quizás así noten el cambio y se den cuenta de lo fácil que es leerme. O
simplemente les dé igual, quién sabe.
Gota a gota se puede llenar un tarro de agua con paciencia, todos deberíamos hacer lo mismo.
ResponderEliminarGran entrada =)
No quedas nada pedante Pablo, es la verdad. Desgraciadamente las nuevas tecnologías han ayudado bien poco a la lenngua. Si hasta yo gracias al msn cometo faltas graves... así que habrá que volver a las buenas costumbres y escribir cartas.
ResponderEliminarLo primero felicitarte por el nuevo blog. La verdad es que ha quedado muy bonito y funcional, a ver cuándo aprendo yo. :)
ResponderEliminarÉste que mencionas aquí es el caballo de batalla de todos aquellos a los que nos gusta disfrutar de las posibilidades de la lengua; desgraciadamente, la amenaza no viene sólo de los mensajes de texto y los chats, sino también de nuestro propio bando: incluso la RAE ha simplificado la escritura con las mismas excusas que mencionas: se entiende igual, así es más fácil... como decía aquél, así nos va.
Aun así no quiero resignarme a pensar que ésto no tiene arreglo, y gracias a artículos como éste los que aún queremos solucionarlo sabemos que es posible.