miércoles, 13 de junio de 2012

Microrrelato: Pudo ser una vez.


Pudo ser una vez que un niño paseaba alegre por un camino de baldosas musicales, que al pisarlas emitían sonidos muy agradables. Al rato de caminar se encontró con un osezno el cual le saludó “buenos días Inocencio”. El chico le saludó mientras se hurgaba la nariz, pues llevaba rato molestándole algo. Luego de hurgar y hurgas  hizo una bolita con lo que encontró en ella y tirarla bien lejos, deshaciéndose del mayor problema que se le había presentado en toda la mañana.

Entonces, su peludo amigo le propuso que bailase para él dentro del camino para poder dedicarle una canción y bailarla. El niño aceptó sin vacilar y al poco de dar un par de pasos, ya había empezado a vibrar una melodía que alegró al osezno y empezó a imitarle los pasos.

A lo largo del baile Inocencio creció y cada vez se hacía más torpe intentando bailar de forma que la música fuera agradable. Y decidió que jugar con el osezno ya no le parecía tan divertido, asique lo abandonó y siguió andando. 

Tras dar unos pasos se torció el tobillo y cayó cuan largo era en el camino. Tenía que seguir avanzando, podía mirar atrás si quería, aunque vería el osezno muy distante y sin claridad, pero tenía que seguir avanzando. Entonces se arrastró y la música que sonaba tras su paso empezó a ser lastimosa. No le gustó, asique decidió echarse a dormir. “Mañana será otro día y en mis sueños volveré a ser feliz”.

Pero Realio, el monstruo de los sueños, le atacó y lo devoró.

1 comentario:

  1. Curioso el relatillo... me he quedado con ganas de saber qué música lastimosa consiguió tocar.
    Besotes.

    ResponderEliminar