domingo, 22 de abril de 2012

Cartas de un tonto cualquiera. Carta de presentación.

Bienaventurado lector,
ante tus ojos se presentan las líneas de un tonto cualquiera o, como les gusta llamarme a los listos de mis padres, un ciudadano de a pie.

     Te aviso, antes que nada, que pienso tutearte, pues el respeto con respeto que debieron inculcarme mis tutores se lo llevó con la boca un perro verde llamado Dinerillo para divertirse con él. Además te pongo en sobre aviso de mi paupérrimo vocabulario y mi dejadez en la escritura, total, ¿para qué poner empeño en ello? Igual con suerte contagio a mucha gente y cierta academia, muy realísima ella, termine adoptando mis vicios para que los que los padezcan parezcan menos tontos.

   Sigo con la desgana por bandera escribiendo un texto apasionado movido por el aburrimiento. ¿Que cómo escribo sin ganas? ¿Sin sentimiento? Quizás porque las cajas tontas de mi casa están ocupadas y necesito un algo con lo que entretenerme. ¿Que no he respondido realmente a la cuestión? Vaya, la cosa es decir mucho bueno, bonito y barato, sin decir nada. No sea que se sepa demasiado. ¿De dónde saco estas cosas? De mis padres, de mis padres putativos claro. Los biológicos son también tontos, como para tenerlos en cuenta.

    Ah vaya, que sigues aquí. Pardiez qué insistencia. ¿Que aún sigues interesado en saber cómo se conciben líneas apasionadas de forma fría? Ah, que la cosa no es que te interese el cómo, sino que no te lo crees. ¿Intentas desacreditarme? Qué divertido. Vas por buen camino, sigue así y ya tienes un requisito de los importantes para ser otro de mis Pepes, pero para eso necesitas tener bien atado a Dinerillo y amigotes.

   Vale, que sí, ya voy. Ahora me voy a poner serio. Primero te voy a poner un artículo de opinión ficticio que si te escandaliza o estás de acuerdo con él es cosa tuya, pero la cosa sigue más allá de él:

>>                          TOLERANCIA SÍ, PERO CON LÍMITES

  La actual España ha evolucionado a mejor, mediante grandes esfuerzos, desde la España franquista. El pueblo español tomó las riendas, arreó y supo surgir de la penumbra hacia la luz, la constitución llegó en el 78 y con ella se instauró la deseada democracia. Parece que todo va a mejor, pero hoy en día un caballo empieza a revelarse y cuesta enderezarlo.

   El Estado español, con sus diferencias y sus problemas, podría calificársele de libre, de tolerante. Pero, ¿quizás no se está siendo demasiado tolerantes? La culpa, el querer dar una buena imagen, ser pioneros en el campo de la tolerancia, olvidándonos de que para tener un país bien gobernado hay ciertas cosas en las que se debe “ponerse duro” si no se quiere que el caos empiece a brotar. Se debe tomar ejemplo de la Iglesia, siempre dando mensajes de tolerancia, enseñando a ir por el buen camino, ofreciéndoles el cielo a su rebaño y abriendo las puertas a éste a quien quisiera entrar, pero en todo momento teniendo los pies en la tierra, si no fuera así no hubieran tenido la supremacía que tuvieron durante siglos.
  Quizás el caos que he mencionado quede lejos o a lo mejor no tan lejos como algunos creen. En este Estado se ha recibido inmigrantes sin darles la espalda; hay que tener fe enellos pero no fe ciega. No digo que tengamos que negarnos a la inmigración, sino recibirla poco a poco, hacer un periodo de prueba a los que han venido legales y si de verdad demuestran interés por prosperar no darán problemas, y si los dan, que se les deporte a su país. Habría que deportar todos los ilegales en España porque si obtienen derechos de una forma u otra y han sido víctimas de abusos o simplemente tienen buena labia para convencer a los que los han sufrido, pueden amenazar legalmente. Démosles derechos, dejémosles crear un partido político, démosles armas legales, démosles poder. Partidos políticos creados y llevados por españoles con distintas ideologías hay muchos y, por consecuencia, los votos de los españoles están dispersos en los distintos partidos, pero ¿partidos creado sy llevados por inmigrante? En cuanto haya uno que persuada un poco a la población inmigrante, todos votarán a éste, todos los votos inmigrantes concentrados en un partido, por lo tanto dicho partido tomará fuerza y podrá amenazar; resumiendo, el Estado español les ha facilitado el arma con la que atacar. Estamos dando la oportunidad, por ejemplo, a nuestros vecinos del sur a volver tal y como prometieron que harían tras La Reconquista. Entrando en territorio español como lo están haciendo actualmente, están llevando a cabo una tímida invasión. Y con el tema del racismo se respaldan y les estamos protegiendo, si alguien da una paliza a un inmigrante es racista, si un inmigrante pega a un español simplemente ha cometido un acto vandálico, siendo que en ambos casos la causa de la paliza sea la propia autodefensa.    
       
  La pregunta es, ¿debemos tirarnos piedras a nuestro propio tejado? ¿O debemos de reconsiderar hasta que punto hay que ser tolerantes?
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   Con este texto, mi buen lector (o quizás mi alocado lector, depende de a quién le preguntes), se puede ver cómo se plantea una idea de mano dura. Si alguien hiciese caso exclusivamente de eso, igual terminaría echando raíces un árbol de frutas podridas o un árbol vigoroso, productivo. En eso no me meteré. Sigamos en lo que quería demostrarte.

    Has leído un texto creado sin rabia, unas líneas de las cuales se puede sacar cierta lectura sobre lo que piensa el autor. Yo no pienso, no tengo tiempo, y éste dicen que es oro, vaya, por eso debo de ser pobre a nivel material; y aún así lo he escrito.

   Ahora usaré ese mismo texto pero maquillado y verás cómo el autor (yo otra vez) parece ser de otra opinión:

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Estaba José María leyendo tranquilamente un periódico mientras esperaba sentado a que le cortaran el pelo a su hijo. Cuando al niño ya le estaban lavando la cabeza para peinarle y dejarle listo, encontró un artículo de opinión que, ya con el título, le dejó un sabor amargo. El texto era el siguiente:

“                      TOLERANCIA SÍ, PERO CON LÍMITES

  La actual España ha evolucionado a mejor, mediante grandes esfuerzos, desde la España franquista. El pueblo español tomó las riendas, arreó y supo surgir de la penumbra hacia la luz, la constitución llegó en el 78 y con ella se instauró la deseada democracia. Parece que todo va a mejor, pero hoy en día un caballo empieza a revelarse y cuesta enderezarlo.

   El Estado español, con sus diferencias y sus problemas, podría calificársele de libre, de tolerante. Pero, ¿quizás no se está siendo demasiado tolerantes? La culpa, el querer dar una buena imagen, ser pioneros en el campo de la tolerancia, olvidándonos de que para tener un país bien gobernado hay ciertas cosas en las que se debe “ponerse duro” si no se quiere que el caos empiece a brotar. Se debe tomar ejemplo de la Iglesia, siempre dando mensajes de tolerancia, enseñando a ir por el buen camino, ofreciéndoles el cielo a su rebaño y abriendo las puertas a éste a quien quisiera entrar, pero en todo momento teniendo los pies en la tierra, si no fuera así no hubieran tenido la supremacía que tuvieron durante siglos.

   Quizás el caos que he mencionado quede lejos o a lo mejor no tan lejos como algunos creen. En este Estado se ha recibido inmigrantes sin darles la espalda; hay que tener fe en ellos pero no fe ciega. No digo que tengamos que negarnos a la inmigración, sino recibirla poco a poco, hacer un periodo de prueba a los que han venido legales y si de verdad demuestran interés por prosperar no darán problemas, y si los dan, que se les deporte a su país. Habría que deportar todos los ilegales en España porque si obtienen derechos de una forma u otra y han sido víctimas de abusos o simplemente tienen buena labia para convencer a los que los han sufrido, pueden amenazar legalmente. Démosles derechos, dejémosles crear un partido político, démosles armas legales, démosles poder. Partidos políticos creados y llevados por españoles con distintas ideologías hay muchos y, por consecuencia, los votos de los españoles están dispersos en los distintos partidos, pero ¿partidos creados y llevados por inmigrante? En cuanto haya uno que persuada un poco a la población inmigrante, todos votarán a éste, todos los votos inmigrantes concentrados en un partido, por lo tanto dicho partido tomará fuerza y podrá amenazar; resumiendo, el Estado español les ha facilitado el arma con la que atacar. Estamos dando la oportunidad, por ejemplo, a nuestros vecinos del sur a volver tal y como prometieron que harían tras La Reconquista. Entrando en territorio español como lo están haciendo actualmente, están llevando a cabo una tímida invasión. Y con el tema del racismo se respaldan  y les estamos protegiendo, si alguien da una paliza a un inmigrante es racista, si un inmigrante pega a un español simplemente ha cometido un acto vandálico, siendo que en ambos casos la causa de la paliza sea la propia autodefensa.     
   
    La pregunta es, ¿debemos tirarnos piedras a nuestro propio tejado? ¿O debemos de reconsiderar hasta que punto hay que ser tolerantes? “   
     
    Justo cuando acabó la última línea levantó sus oscuros ojos y se encontró con su hijo exhibiendo una amplia sonrisa. “Ya está papá, ¿te gusta?”. José María se esforzó por sonreír lo mejor que pudo, pero no lo consiguió. El chiquillo notó algo raro en su padre, puso cara de extrañado y preguntó: “¿Estás bien papá?”. Suspiró el padre y acarició la rosada mejilla de su hijo mientras le respondía: “No es nada cariño, que he leído una cosa de alguien que quiere que la gente como yo, los que somos diferentes, estemos vigilados. Y así al final la gente terminará cogiéndonos manía”.

   Daniel lo miraba incrédulo. No entendía el  porqué alguien podría tomar manía a su padre, no le había hecho ningún mal a nadie. Enseguida cogió la mano de tez oscura, cual nativo africano, de su tutor y dijo: “Eso es imposible. Eres el mejor papá del mundo. Yo de mayor quiero ser tan grande y fuerte como tú y saber arreglar todos los juguetes que se me rompan”.

            José María se levantó, besó a su hijo y lo llevó hasta un quiosco próximo para comprarle chucherías. Mientras caminaba pensó: “Ojalá todos fuéramos como los niños. Sin estar manchados de prejuicios”.
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   Vale. Me he pasado. Son algo más de unas líneas lo añadido. Pero queda claro cómo he sabido revertir la situación y evidencio que se puede jugar al despiste y aparentar lo que uno quiera. Sin demorarme demasiado vuelvo a aferrarme al texto idiota. Quedamos en que soy un insulso, un desganado, en que no tengo ni voz ni voto. Vaya, voto sí, pero ya me encandilarán con algunas mentirijillas de forma que pueda serle útil a algún listo. En resumen, soy un tonto cualquiera que, a lo largo de toda la correspondencia, diré tantas sandeces que si llegas hasta la última de mis cartas me veré obligado a tomarte por una oveja descarrilada o, quizás, por un pobre desgraciado sin nada mejor que hacer que tomarse un respiro en esta vida ajetreada.

El Barbus

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